Enumeración
Dicen que en esta casa vivió Sylvia Plath./ Londres es hoy un montón de niebla/ con hilos que se entrelazan.// Esta es la vieja trampa de la muerte:/ ¿a dónde van, con tiento, las voces del enfermo?// Mientras, lo divino invade esta atmósfera,/ haciéndose vieja entre azulejos/ de una cocina barata.// Ven, toma mi cuerpo,/ acaso mañana el temblor.// Sé que el amor salva,/ tengo las manos de una mujer enloquecida,/ las calles son mías.// Agárrame, voy a contarte/ la historia de un fracaso.// Cuando la vida venga a pedirte/ que sacrifiques tu piel/ y tu vacío,// búscame en la distancia.// Este aire de felicidad/ es una venganza./ Mis manos inventan los delitos.// Donde murió el abuelo,/ yo hacía croché dos días antes/ con lana de color ocre.// Ése/ me pareció el mayor castigo del mundo.
Louvres
Cantar al tiempo perdido,/ rezar,/ como un manco/ que pide limosna/ y necesita ser manco/ para que todos le crean.// Tenemos, en verdad,/ necesidad de ser conscientes.// Miramos al cielo./ Creemos en todo lo que no queremos/ que suceda.// Inventamos para olvidar/ el dolor de la piel.
La Courneuve Aubervilliers
¿Quién sabe qué vagón conduce/ a la tierra inhóspita/ de la ciudad de las aceras grises?// ¿Qué grito de esperanza/ es capaz de soportar/ el dolor de la pérdida?
¿Por qué te vas tan lejos?,/ me preguntó la abuela./ Tengo que trabajar, le dije.// Nosotros también nos fuimos,/ igual nuestros hermanos:/ ellos no volvieron.// Te vas tan joven y sola, decía,/ serás extranjera./ Y señaló el mapa.// ¿Por qué te vas tan lejos?,/ repetía, con lo bien que estabas/ aquí -coche, hipoteca, préstamo-.// Voy a buscar una vida grande, abuela./ Y La abuela me miró a los ojos,/ acariciando mi cara con sus manos:// que el viaje no sea duro,/ que el país sea una casa,/ que los amigos te duren para siempre.
París, muchos años antes
Distinguir la aurora boreal en el cielo de París,/ manchado de nubes que se transforman en/ circunferencias descendentes de los tubos de escape/ es/ para los habitantes/ el esfuerzo matutino de dar los buenos días/ con ánimo y pesadumbre,/ comprar el pan tierno y caliente de la jornada/ y permanecer de pie/ aún con fuerzas/ delante de las sombras reflejadas en el asfalto/ de los coches y de los peatones/ a mediados del mes de agosto.// Cuando el calor penetra en los hombros/ por los tirantes del sujetador/ y los maridos y los novios y los hijos/ compran granizada de naranja,/ el día ya va terminando/ y la luna asoma advirtiendo que no nos hemos portado bien.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París,/ con la humedad y el hambre carcomiendo los dientes/ formando triangulitos negros entre los espacios// es/ para los habitantes/ decir ha pasado ya otro día/ de búsqueda y de sospechas,/ deshacer la cama deshecha arrinconada en la casa/ y dejar el cuerpo horizontal/ ya sin ganas/ bajo el techo de cal y de años que han pasado,/ con menos miembros de la familia/ en el álbum de fotos.// Cuando el olor se acerca a la clavícula, debajo de los hombros,/ dejando el rastro del perfume de vainilla/ en las manos de mi abuela/ como si los días no pasaran en medio de la nada,/ las noches se prolongan/ y sé que sigo siendo la niña del tobogán balanceando los pies.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París,/ con la esperanza y la incertidumbre adornando los dedos de mi mano/ formando anillos de compromiso conmigo misma/ es/ para los habitantes/ crecer de puntillas por el calendario/ colgado de la pared de mi habitación de estudiante/ y volver a medir/ la talla de mi cuerpo/ con los tacones rojos del sábado noche/ dejando la medida pintada/ en el marco de la puerta.// Cuando la luz asoma por el agujerito del sótano/ dejando atrás el polvo y el azufre,/ y baja las escaleras para posarse/ en la mesa camilla de mi abuela/ como si ella fuera ahora a dejar de hacer calceta,/ las avenidas se tejen entre ellas y engordan,/ para justificar a la ciudad, que quiere hacerse grande.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París/ es/ para los habitantes/ provocar al sol asfixiante del verano/ para encontrar un hueco/ en las aceras y poder/ pedir luego la cita al médico,/ por si pudiéramos aún seguir respirando/ bajo el humo gris y peligroso que nos acecha.// Cuando las nubes forman corros de patata/ y se posan todas en los edificios haussmanianos,/ sé que llegué para quedarme/ y para interrumpir la inercia/ de los días en los que aún me dicen/ que soy joven, como si la edad se llevara escrita/ y como si yo quisiera serlo.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París/ es/ para los habitantes/ el castigo adolescente/ y la rica herencia del verano con los gastos pagados,/ el reflejo de los años donde el acné nos hizo acomplejarnos,/ entre cursos de idiomas y botiquines caseros,/ creyéndonos mayores sin querer serlo.// Los días perdidos/ están guardados en la cajita con envoltorio de Sandrine,/ que quiso viajar para no volver más nunca/ y luego viajó e inventó los días ausentes./ Distinguir la aurora boreal en el cielo de París/ es/ para los habitantes/ crear otros cielos y otras nubes y otras lluvias/ para poder pensar que aún tenemos derecho/ a ser niños con pantalón corto y corbata clásica,/ adelantándonos a la irremediable obligación de cada mañana/ sin haber elegido, sin haber sido interrogados,/ en relación a nuestro oficio y a nuestra ocupación.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París/ es/ para los habitantes/ la mañana amenazante y lastimosa/ bajo un cielo contaminado por los coches de época/ y de última generación:/ la noche avanzando sin preguntas,/ el tiempo que se borra sin cuestiones,/ los adolescentes besándose abrazados/ para no ser/ nunca más/ protagonistas de otra historia.// Distinguir la aurora boreal en el cielo de París/ es/ para los habitantes/ el final de una película rodada con la cámara medio rota/ de un director desconocido./ El niño, el actor secundario, la abuela y yo/ vamos a crear un final feliz tragicómico, emotivo,/ por si aún quedaran lágrimas que nos sostuvieran/ en el lento esfuerzo de vivir cada mañana.// Mi nombre es Ilsa Lund:/ hija de Irene Diamond y Hal Wallis/ en Blue Parrot Bar.
El carné
He dejado que me lleven erguida/ hacia el fondo de la sala y me han dado el carné.// Los colores y tonalidades verdes/ ya no existen. Somos el reflejo de la luz/ con manchas de tinta. Van a llamarme./ He dejado que me aten los ojos y las manos./ Paso tras paso huelo el miedo./ Llegué hasta aquí cubierta de nieve y frío/ huyendo de los lugares perdidos y lejanos./ Un ejecutivo con nariz roja de payaso/ me hizo una entrevista y yo le hablé de los desiertos/ y de la arena que queda sobre el terrazo/ cuando volvemos todos de la playa/ con sandalias de plástico, del olor a sal y a jengibre/ y de la prisa,/ esa prisa siempre para estar a punto/ en la oficina./ La vida no pasa ni importa con puntualidad,/ sólo a veces sentimos ese paso del tiempo/ que con nudos atados a los brazos nos hace más viejos/ y más calmos, agarrados por si acaso a los relojes.
Dreams Agency
Cantamos y maldecimos los días de hambre,/ de hambre y de Nocilla,/ teniéndolo todo y no teniendo nada.// Cantamos creyendo en el paraíso/ de una playa desierta con palmera inclinada,/ el olor salado y el sonido de las olas,/ cabalgando.// Testimoniamos los hechos./ Y quizá, algún día, sepamos por qué las colas son largas/ en el Corte Inglés, – una vez que hemos comprado ya/ el papel higiénico, el arroz y los huevos -,/ en la agencia de viajes./ Un billete, por favor./ Un billete para ir a algún sitio,/ no importa dónde, lejos del barrio.// Cuando cantemos creyendo que el paraíso existe,/ que de verdad hay una playa/ y una isla desierta/ y un cocotero/ y una palmera,/ cuando cantemos, por fin, convencidos/ de que el paraíso existe,/ los dioses serán menos,/ ya no tendremos tantos sueños.
18:33
Los bancos del parque son/ mis paradores de ciudad.// Un anciano deambula en línea recta.// Un joven se acerca. Se estrechan los cuerpos.// -Perdone, tiene usted una pegatina en su espalda-.// -Gracias, joven. Estos niños de hoy en día…/ Muy amable. ¿Tendría usted hora?-// -Sí, claro, las seis y media-.//-¿Cómo se llama?-// El tentempié de los árboles./ La distancia entre los dedos y/ el rastro de unos zapatos/ de cordones desatados.// La tarde tiene sabor a castaña recién hecha.// -Perdone, tengo prisa-.// -Disculpe. Muchas gracias-.// Y vuelve a colocarse su pegatina en la espalda.
Chevaleret
Hay parámetros decimonónicos en cada barandilla./ Responden a las necesidades de los viejos, a veces de los niños.// Nos sostienen bajo el techo.// Un sostén para las almas, son grises como el humo./ A veces, sobre las tierras quemadas del vagón de metro/ se despiertan las voces de los inconscientes.// Cuánta juventud con cargo, qué infinita extensión del futuro./ Bricolaje inventado,/ el debate es siempre el mismo: la segunda jornada; la liga de fútbol./ Monótonas, erguidas: siempre ahí.// El sostén, la presencia. Da igual en qué tarea,/ no importa en qué memoria. Hay componentes estáticos que brillan a nuestro alrededor,/ cubiertos de grasa, para permanecer aunque el tiempo pase,/ aunque la vida se agilice, aunque sigamos este túnel/ que nos lleva/ desesperadamente/ a ninguna parte.
Punto muerto en el triángulo
Hoy he conocido el sabor de las pequeñas cosas. / Mecla de zinc, azufre, cobre, hierro, H2O. / Hoy he podido, y me he quedado fuera. / Pestaña suspensa en una balsa de aire. Imaginada. / Hay mil heridos. Un hueco, un momento/ y tres mujeres enclenques. Una queriendo/ salir a flote. / Besos y biznagas. Tal vez, cuando yo imaginé/ el desembarco fue pidiendo/ excusas, mi reloj de arena. / Temprano./ Quizás./ Nunca./ A sorbos. A sorbos admito la mañana/ y cada noche./ Tacones rojos. Lunares./ Yo soy mujer de cadera a plomo./ Me han prohibido otras cosas:/ como curvar la espalda,/ como estallar cuando somos buenos,/ decentes, políticamente correctos./ El tiempo en torno a/ lo que era, lo que fue./ Pero nada, nada,/ puede prometerse.